Adios, que te vaya bién...

No me enorgullezco de nada, al contrario, pero reconozco que en estos casos soy muy de blanco o negro, los grises aunque reconozco que existen, no se me dan bien, así que en el caso poco frecuente de una ruptura con un amigo o con un amor, incluso en mi profesión en el pasado,  una vez de estar seguro de las causas, que no siempre lo he sabido, y de reflexionar en profundidad, después de unos días de duda, generalmente sufriendo un montón por mi estúpido exceso de sensibilidad, sin importar si he sido el dejado o he dejado yo, corto por lo sano, me retiro, me alejo, siento un impulso irrefrenable de esconderme de todo, restaño mis heridas y trato de olvidarme de quién me está haciendo daño, sea o no a propósito. Soy bastante cobarde con los dolores del espíritu, en realidad, casi no los soporto, y huyo.

Sin embargo, las pocas veces que se han acercado de nuevo a mi para hablar sobre el tema de nuestro desencuentro, nunca me he negado a hablar con la mejor de las disposiciones positivas de mi parte, tampoco nunca supe lo que es el rencor, solo que hay sentimientos que se transforman y acaban por languidecer, incluso a veces mueren, por inanición seguramente, pero debo reconocer que yo nunca lo he hecho, y no, no es por orgullo ni tozudez, es que ya esa gente no son para mi lo que eran una vez de que me decepcionan y están bastante apartadas de mi corazón, en realidad estas personas es como si estuvieran borradas de la lista actual de la gente con la que tengo o he tenido lazos afectivos, en muchos casos ni siquiera lo decido yo conscientemente, pero también es cierto que a veces, sin pensarlo, los recuerdos regresan y siempre tengo la suerte de recordar lo bueno.

Por el contrario, la distancia, la separación de la gente a quién quiero, por muchos años que transcurran sin vernos, permanece tan cálida como el primer día, me ocurre con frecuencia,  encontrarme con un amigo a quién quiero y a los cinco minutos, después de los calurosos abrazos, ya estamos charlando como si nos hubiéramos separado ayer. Pero la cosa no queda solo ahí, si por casualidad alguién menciona a una persona que quiero y que hace años que no veo, o surge de mi el recuerdo, en cuanto tengo tiempo de estar solo, no puedo separar mi pensamiento de el o ella, le dedico todo mi tiempo y en esos casos, como siempre recuerdo todo lo bueno, disfruto como un enano.

Mi "ranchito" ha sido testigo de estos reencuentros felices, a veces, conmigo mismo o con familiares y amigos que hacia mucho tiempo que no veía, algunos de mas allá del charco, y si la felicidad fuera liquida se hubiera inundado todo...jajajaja Hasta reencuentros gratos con Ciberamigos que habían desaparecido y un día me llega un correo, un mensaje, o una llamada telefónica ¡Por todos los dioses, que felicidad, que placer!...
Generalmente estos reencuentros son buenos detectores de la existencia del amor entre amig@s, con ellos se te enciende la bombilla que lo ilumina y te lo muestra claramente, lo malo es que a veces, se apaga, pero siempre se puede  seguir en "modo" amistad mientras esta dure.
Es lo que tiene la lluvia, siempre me trae reflexiones y filosofía barata de vía estrecha, mientras la contemplo caer desde mi porche, y por que no confesar, con cierta nostalgia de personas muy queridas que hace tiempo que no abrazo...