A continuación, y con permiso de la autora, Maireen, reproduzco por "copipego" su entrada porque considero que es un servicio público y que todos debemos conocer lo que ella cuenta, que por cierto, como siempre, no tiene desperdicio, su lectura es muy amena, se lee sin sentir, recomiendo vivamente la lectura de sus tres blog, sumamente interesantes, y de los que soy asiduo lector.
"Comida china no, gracias
Cuando empezaron a aparecer los primeros restaurantes chinos en España, aquello fue un desparrame. Quedaba taaaaan exótico aquello de pedir setas con bambú…
Pasada la novedad, empecé a cogerles asquito. No porque tenga un paladar ultrasensible, ni porque tuviera información privilegiada, ni porque sea más lista que el resto. Fue como una intuición. La intuición se vio confirmada cuando iba sabiendo que conocidos míos iban cogiendo intoxicaciones en esos locales. Y en seguida dejé de ir. Como estuve poquísimo tiempo yendo a restaurantes chinos, debo ser una de las personas que menos los ha frecuentado en España.
El resto de los productos que venden en sus tiendas me suscita también bastante rechazo. Me parecen de pésima calidad, de horrible gusto, y me fastidia que comercios normales de toda la vida se vean arrinconados por los supuestos “chollos” de las “tiendas de chinos”. Sin contar con el tema de que me parecen bastante bordes a la hora de atenderte. Parece que te están haciendo un favor cuando te venden algo.
Sé que no puedo evitar que muchas empresas de aquí fabriquen sus productos en China, pero yo sí puedo evitar comprarlos. Supongo que cada cual tendrá su opinión. La mía ha sido siempre que es mucho mejor comprar algo de buena calidad que te dura años y años, y sigue pareciendo casi nuevo, a comprar algo que, de acuerdo, es baratísimo, pero no dura ni una temporada. “Lo barato sale caro”, se ha dicho siempre, y yo estoy convencida de ello.
Pero volvamos a la comida, que es de lo que quería hablar. No basta con no pisar un restaurante chino. Si no pones atención al etiquetado puedes estar comprando alimentos traídos de China sin darte ni cuenta. Y el escándalo de la falta absoluta de seguridad alimentaria con que se trabaja en ese país no es comparable a nada.
Ya en el año 2006 El País daba cuenta de que se habían decomisado en Madrid 20.000 kilos de alimentos en mal estado, caducados o peligrosos. Una parte iba destinada a restaurantes chinos, pero otra eran cosas que podíamos comprar sin darnos cuenta en cualquier tienda: golosinas para niños que llevaban cuatro años caducadas, conservas, productos cuya entrada en este país (y en muchos otros de Europa) estaban prohibidos y otros sospechosos de poder transmitir la gripe aviar y otras enfermedades graves. No ha sido el único caso, desde entonces y hasta ahora mismo se han producido otras actuaciones de la policía y la guardia civil. Y la de veces que se habrán escapado…
Hace años que el gobierno chino reconoce que en su país se comete un número desmesurado de gravísimas infracciones alimentarias, y miles de muertes suceden por esta causa. En ese mismo año 2006 reconocieron 68.000 casos de alimentos denunciados y 15.000 toneladas de alimentos requisados. Y no contamos con los casos que se escapen a causa de sobornos a inspectores, desidia de los funcionarios, corrupción o procedimientos de inspección inadecuados u obsoletos. No se trataba de casos de descuido, sino de que conscientemente se añadían parafinas, tintes o aceites minerales que llegaban a producir la muerte.
La calidad de los productos chinos en general deja mucho que desear. Esto afecta en mayor o menor medida a todos los productos, pero es más grave en el caso de los alimentos, y dentro de ellos los destinados al consumo infantil (que en teoría deberían estar mucho más controlados). Dulces, aperitivos y varias bebidas para los niños son en realidad un grave foco de intoxicaciones alimentarias. Y repito, este tipo de productos no se evita con no acudir a un restaurante chino, son cosas que compramos en locales de alimentación aprovechando el hecho de que están abiertos a todas horas cualquier día, con lo que creemos que nos han salvado de un apuro.
El manto de silencio con el que se tapan tantas cosas en China (desde el número exacto anual de penas de muerte hasta las amenazas y atentados que sufren los pocos abogados que se atreven a defender a las víctimas de abusos cometidos desde el poder o de persecuciones religiosas) ha propiciado que no nos enteremos de muchas cosas si no es a través de alguien que vive en ese país, pero son cosas que cuesta creer: sandías que estallan antes de llegar a madurar por el abuso de una sustancia química con la que se rocían las plantaciones para acelerar su crecimiento, falsos huevos fabricados con sustancias químicas y vendidos como si fueran reales, aceites filtrados en aguas residuales, o carne de cerdo que brilla en la oscuridad a causa de una bacteria “que no es peligrosa para la salud” son algunos de los casos, que parecen sacados de una película de terror.
Las leyes no están a la altura del problema. Si la cantidad de alimentos falsos incautados es menor de 7.680 dólares no hay delito, sino falta, que se soluciona con una multa. El resultado es que se puede envenenar a muchos niños con leche o helados sin cometer un delito.
El nivel de pesticidas y metales pesados está muy por encima de lo tolerable. Para eludir impuestos se procesan alimentos en instalaciones que no servirían ni para taller de coches, incluso en cuevas. Y el gobierno sólo se preocupa por los impuestos y por el desarrollo económico, así que cuando hay una denuncia o estalla un escándalo tiende a favorecer a las empresas frente al consumidor.
Los inspectores son incompetentes y poco honrados, hay mucha corrupción, el gobierno presiona enormemente para cumplir los planes quinquenales y los ciudadanos no tienen ninguna protección, por lo que los desaprensivos no tienen por lo que preocuparse.
La cosa llega a tales extemos que aquellos chinos que se lo pueden permitir compran productos alimenticios fabricados en el extranjero. Hasta el arroz, lo que no deja de ser algo increíble.
Hasta el momento, nuestra ignorancia nos disculpaba, pero ahora ya no. Estamos empezando a recibir información y nuestra salud y la de nuestra familia es nuestra responsabilidad. Cierto que muchas “tiendas de chinos” venden en su mayoría productos nacionales, y que la mayor parte de los productos chinos que se vendan en España habrán pasado por inspecciones auténticas y serias. Los que están verdaderamente expuestos al peligro son los habitantes de China y algunos países de alrededor pero, aunque en mucha menor cantidad, nosotros también, tal como indicaba aquel artículo de El País de hace ya seis años y las posteriores operaciones policiales.
Un último apunte para aquellos a los que os guste el whisky. Cuando estuve en Escocia me informaron que sólo una docena de pequeñas destilerías fabrica auténtico whisky escocés (fuego de turba, agua de los arroyos de las Highlands…). La mayor parte del whisky que se consume en el mundo está fabricado en China, incluyendo a varias marcas famosísimas. Luego lo transportan hasta Escocia en barcos cisterna y aquí lo embotellan. Por curiosidad, la próxima vez que tengáis a mano una estantería repleta de botellas de buena marca, leed la etiqueta. Y os encontraréis con que en muchas de ellas pone “embotellado en Glasgow”. Es lo único que pueden escribir que lo relacione con Escocia sin mentir. El caso del whisky no tiene por qué constituir un peligro pero, desde luego, es un engaño."