


Debía tener yo unos 16 años, todavía no había ido al ejército, hacia mucho frío, nevaba, cosa que no era demasiado habitual en San Sebastián (Guipuzcoa) a la orilla del Cantábrico, pero ese era un invierno muy frío, la nieve había cuajado en la playa, iba yo caminando a buen paso por el paseo de la Concha a reunirme con un amigo, los bancos del paseo estaban blancos por la nieve, de repente un bulto negro en uno, llamó mi atención, y me atrajo como un imán, era una abultada cartera, sorprendido y excitado miré en su interior y casi me da algo, me temblaron las piernas: Estaba llena de dinero, mucho dinero.
Sofocado, a pesar del frío, me senté en el banco, el paseo estaba desierto, no había un alma, enseguida volví a mirar el dinero, ahora no lo recuerdo, pero a mi me pareció una fortuna, eran los días de la Navidad, y aquello era seguramente un regalo de los dioses para mi. Enseguida pensé que con aquella fortuna ya no tendría ningún problema para huir de mi prima, ya no haría falta esperar a que me admitieran en el ejercito para escapar de sus palizas constantes, ese dinero compraría mi libertad, con el me podría escapar a Francia...
Estaba feliz, muy feliz. No se porqué me dio por revisar a fondo la cartera, encontré las fotos de una familia que a todas luces era humilde, y amarrados con un elástico habían bastantes recibos de la luz cuidadosamente ordenados, de igual manera que los billetes, de repente me dio un escalofrío, tuve un presentimiento, es como si acabara de perder" mi" dinero, me di cuenta que no era mio y que el hecho de que lo hubiera encontrado no me daba derecho a quedármelo, de la alegría de sentirme libre y emancipado de mi prima, pasé a la tristeza de quien ve que se escapa su oportunidad.
Revisando el contenido de la cartera encontré un documento de identidad, era un hombre que a mi me pareció muy viejo, como de 50 (¡Quien los pillara ahora...jajajaja!) estaba su domicilio y su profesión: Obrero. Me levanté del banco, acababa de tomar una decisión, y casi corriendo me fui a encontrar con mi amigo, este se puso muy contento y enseguida me dijo que nos repartiríamos el dinero a medias entre los dos, se enfadó mucho cuando le dije que había decidido ir al domicilio de ese señor a entregarle la cartera, que solo había ido a avisarle a el para que no se quedara esperándome y dejarle plantado.
¿Y si ya no vive en ese domicilio? ¿Y si le entregas "nuestro" dinero a otro que no es suyo? En ese caso, se lo llevaré a la policía, le dije. Al ver que yo estaba decidido, trató de convencerme para que lleváramos la cartera directamente a la policía porque el había oído que daban un porcentaje del dinero que contenía la cartera, de recompensa, pero me negué, por mi cabeza pasaba el desespero que tendría que tener ese señor en plenas Navidades por haber perdido ese dinero, y encima la poli le iba a quitar parte del mismo que era suyo, solo por el terrible delito de haber perdido la cartera.
La casa donde vivía el pobre hombre, no quedaba demasiado lejos, era un viejo edificio, las escaleras olían a una mezcla de comida y meados de niño, eran de peldaños de madera que estaban muy limpios, olían a lejía, mientras subíamos vimos la puerta de un piso abierta, gente vestida humildemente, lloraba desconsoladamente, reconocí al hombre de la foto y me dirigí a el entregándole sin mas preámbulos y sin decir una palabra, la cartera, entonces se hizo un gran silencio, enseguida voces de asombro, risas, todo el mundo me abrazaba, yo le dije que viera si estaba todo el dinero.
Nos obligaron a sentarnos y tomar un chocolate con roscos caseros, nos explicaron que el era obrero de la construcción y que como ganaba muy poco, tenia como trabajo extra, cobrar recibos de la luz, por lo que le pagaban una miseria, pero era mejor que nada, una ayuda para mantener a duras penas a su familia numerosa. El haber perdido el dinero, era una tragedia, porque para evitar la cárcel (Aquellos tiempos del Franquismo eran muy duros) tendría que arreglarse con la empresa y pagar a plazos el contenido de la cartera que dijo, era una fortuna, me dijo la cantidad pero no la recuerdo.
Me pidió que volviera al día siguiente porque no tenia nada de dinero en casa y me quería dar una propina que sacaría del dinero que entregaría a la empresa de la luz. Naturalmente, me negué en redondo ¿Como podía aceptar dinero de aquel pobre hombre tan pobre? Yo solo había cumplido con mi obligación, ya lo tenia muy claro, al entregar un dinero que no era mio. Poco después conseguia entrar en el Ejército y nunca mas volví a su casa.
Pero yo tuve mi recompensa, me sentí muy bien durante mucho tiempo, no suelo acordarme de este episodio y por ello no lo suelo contar, pero leyendo hoy un post de "tia elsa"me acordé y me pareció que les podía gustar el cuentico, de la vida real, por otra parte en el que una cartera un "viejo" y yo, fuimos protagonistas, eso si, hace ya muchos años.
Al regresar a casa, mi prima me esperaba hecha una furia, con todo ese lío me había retrasado de mi hora de llegada, no le conté nada, no me dio tiempo, y me limité a recibir la paliza tratando, como hacia siempre, de esquivar sus golpes lo mejor que podía.
Algunos no tenemos mucha suerte con las recompensas que nos da la vida por nuestras buenas acciones.